Voy a ir directo al orzuelo: Georgia, uno de los estados postsoviéticos en la vírgula de falta atrapado entre Oeste y Rusia, está en la vía rápida cerca de la dictadura y la subyugación por parte de Moscú.
El Partido Sueño Georgiano (GD), amigo de Putin, “triunfó” en las elecciones parlamentarias de este fin de semana, con el 53,93 por ciento del voto popular. Fue una conquista rotundo empañada por acusaciones creíbles de fraude electoral: irregularidades tan generalizadas que la presidenta de Georgia, Salomé Zourabichvili, las ha llamado una “operación particular rusa”. Un organismo mundial de vigilancia anticorrupción mostró un fraude desenfrenado en las zonas rurales: en algunos barrios, se vio a grupos de hombres votando en varios distritos electorales y el recuento de votos del Sueño Georgiano se disparó del 50-60 por ciento al 80-90 por ciento. Transparencia Internacional Georgia produjo más de 360 fotografías y grabaciones de vídeo que documentan violaciones electorales.
La dietario postelectoral del GD es tan nefasta como las tácticas que supuestamente utilizó para comprobar el poder. El multimillonario fundador del GD, Bidzina Ivanishvili, ha prometido prohibir los partidos de examen por “crímenes de pelea” no especificados contra el pueblo georgiano. La supuesta interferencia de Rusia en nombre del GD aumentará su deriva pro-Kremlin. Ivanishvili dijo que Georgia debería disculparse por provocar que Rusia la invadiera en 2008 y apoya “títulos conservadores” que reflejan los propios de Rusia.
A medida que el GD transforma a Georgia en un estado cliente absolutista de Rusia, Oeste –una vez más– ha parecido un espectador indefenso. El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, sólo emitió una vaga condena de las “contravenciones de las normas internacionales” el día de la votación y no inició ninguna medida punitiva contra el GD. La UE pidió una investigación sobre las “irregularidades” electorales de Georgia, mientras su presidente rotatorio, el Primer Ministro húngaro, Viktor Orbán –aunque actuando por iniciativa propia– viajó a Tbilisi para felicitar al GD por su triunfo.
Esta pasividad es una trágica continuidad en la política de Oeste cerca de Georgia. Cuando las fuerzas rusas la invadieron en agosto de 2008 y reconocieron las regiones ocupadas de Abjasia y Osetia del Sur como estados independientes, Estados Unidos y la UE no sancionaron a los funcionarios rusos. En cambio, Europa recompensó la acometida con nuevos acuerdos energéticos y el presidente Obama se embarcó en una campaña para restablecer las relaciones entre Estados Unidos y Rusia.
Desde el inicio de la toma del poder por parte del GD en octubre de 2012, las consecuencias destructivas de la orientación prorrusa de Ivanishvili fueron evidentes. Casi nada dos meses luego de la conquista del GD en las elecciones parlamentarias, los representantes rusos y georgianos se congregaron en Praga. Luego, Ivanishvili presionó para estrechar los vínculos económicos entre Rusia y Georgia, lo que provocó que Rusia levantara su requisa sobre el caldo georgiano en junio de 2013. A medida que Tbilisi se volvió más dependiente de Moscú, Rusia respondió ampliando sigilosamente las fronteras de los territorios ocupados de Georgia. Cuando se apoderó de 10 hectáreas cerca del pueblo de Bershueti en julio de 2017, la única respuesta de Oeste fue emitir una vaga comunicación de preocupación.
La inclinación del GD por el autoritarismo además se hizo evidente al año de activo asumido el poder. Aunque renunció oficialmente como Primer Ministro de Georgia en noviembre de 2013, Ivanishvili siguió teniendo el poder detrás del trono mientras docenas de sus antiguos aliados empresariales ocupaban ministerios secreto de Georgia. Sin requisa, Oeste ignoró esta rozamiento de la democracia georgiana incluso cuando simultáneamente aplaudió el derrocamiento del autocrático presidente prorruso de Ucrania, Viktor Yanukovich, en noviembre de 2013.
Fundamentalmente, como el GD fingió interés en la integración europea, Oeste le concedió el beneficio de la duda. A posteriori de que el GD aprobara su represiva ley de registro de agentes extranjeros en mayo, la UE esperó casi dos meses para detener su solicitud de membresía y suspender 30 millones de euros de financiación. El 4 de octubre, la UE advirtió que las relaciones entre Georgia y la UE se verían afectadas y que los funcionarios del GD serían sancionados si intentaban crear un Estado de partido único. Ivanishvili descubrió el farsa de la UE y intensificó sus amenazas contra la examen georgiana con impunidad. Y aquí estamos hoy.
Si Oeste no adopta una postura unificada contra los abusos de los derechos humanos por parte del GD, Georgia corre el aventura de caer más firmemente en las garras de Rusia. Con Bielorrusia y Georgia en su recorrido, un Moscú envalentonado fortalecería a los actores antidemocráticos en Moldavia y utilizaría la coerción para intimidar a Armenia.
Oeste debe establecer una vírgula roja contra el injusticia de poder del GD y la subversión rusa de la democracia georgiana. No sólo por el aceptablemente de Georgia sino además por el interés de la seguridad europea.
El Dr. Samuel Ramani es miembro asociado del Royal United Services Institute.
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