Es irremediablemente ingenuo creer que el NHS puede seguir avanzando cojeando sin una reforma.


Este es el año en el que reformaremos el NHS”, según el Primer Ministro en un discurso que pronunció esta semana en el que expuso cómo pretende matar con los “impagado hospitalarios”.

Hay pocas novedades en este mensaje. Los planes laboristas se basan en un consenso entre partidos sobre cómo resumir los tiempos de aplazamiento, muchos de los cuales se han solucionado desde el gobierno de Blair, con un viejo uso del sector independiente para mejorar la capacidad y una expansión de los centros de dictamen comunitarios.

Aún así, el anuncio de Streeting a principios de esta semana es bienvenido y toma en cuenta muchas recomendaciones de larga data, como aumentar las referencias directas de los médicos de almohada y una expansión del monitoreo remoto. Pero como aceptablemente entiende el Secretario de Vitalidad, será necesario un software de reforma mucho más radical para rescatar al NHS de su posición cada vez más disminución en la percepción pública.

Los hallazgos del nuevo noticia de Policy Exchange, Un retrato de la Gran Bretaña moderna: Vitalidad, examina las prioridades del conocido para la reforma del NHS, revelando una transigencia a cambios de viejo zona de influencia. A pesar de las narrativas populares, “la gratuidad en el punto de uso” se ha convertido en una prioridad beocio (41 por ciento) para el conocido que ofrecer atención de guisa efectiva, ya sea mediante el tratamiento de afecciones que ponen en peligro la vida o el golpe a los servicios de los médicos de almohada (61 por ciento).

Durante décadas, la opinión generalizada ha sido que el NHS –más específicamente, el maniquí tirado en el punto de uso– es demasiado popular para que los políticos lo cuestionen. Incluso Thatcher opinaba que abolir el NHS era un paso demasiado acullá en su afán de hacer retroceder las fronteras del Estado burócrata. Y a pesar de que Nigel Farage abarcó la idea de un maniquí de seguro francés durante el debate de las elecciones generales de 2024, el manifiesto reformista se mantuvo en contorno seguro, prometiendo “cortaduras al desperdicio” y “perfeccionamiento de la eficiencia”.

Pero esta indagación muestra que nos estamos acercando a un punto de inflexión, en el que la insatisfacción generalizada con el fracaso del NHS se vuelve cada vez más destacada en las conversaciones sobre los cambios fundamentales que deben realizarse, particularmente entre los más jóvenes. Eso no significa que el conocido haya rechazado este final principio, ni mucho menos. Pero sí abre espacio para que el Secretario de Vitalidad considere reformas más amplias al maniquí, siempre y cuando esto resulte en mejores servicios. Este fue el trato apurado cuando se introdujeron por primera vez los cargos por recetas y los copagos en odontología a principios de los primaveras cincuenta.

Asimismo existe una dinámica de etapa interesante en torno a las actitudes en dirección a los médicos de almohada que actúan como guardianes de la atención. Tanto los jóvenes como las personas que viven en entornos urbanos tienen muchas más probabilidades de priorizar reformas que permitan a los pacientes entrar directamente a la atención secundaria. Para una gestación que se ha acostumbrado a solicitar servicios a pedido a través de Internet, el sistema de control de GP parece arcaico. El Gobierno ya está introduciendo algunas medidas para la derivación directa de pacientes, pero hay beneficio para una reforma más audaz mediante la ampliación de las “clínicas comunitarias” donde los pacientes puedan ser atendidos por una combinación de expertos generalistas (GP) y especialistas uno al costado del otro.

Todavía hay algunos cambios más obvios (y relativamente fáciles) que el Gobierno podría introducir, como una regla de “tres strikes” con una multa para aquellos que faltan repetidamente a citas con el médico de almohada o el hospital. Mientras tanto, restringir el derecho a recetas gratuitas sólo a aquellos que en realidad las necesitan podría eludir más de £2 mil millones al año.

Debería rechazarse rotundamente la suposición complaciente de que el NHS sobrevivirá en su forma presente para siempre y de que cualquier sugerencia de reforma radical siempre será políticamente insostenible. Es simplemente simulado, y eso es una buena informe para quienes reconocen la magnitud del cambio que debe sufrir el servicio.


John Power es miembro principal de atención sanitaria y social en Policy Exchange

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